Amreil bulle
de actividad, sus calles estrechas y empinadas atestadas de gente, revelan la
hiperactividad de compradores y vendedores, de contratantes y empleados,
servicios de todo tipo se ofrecen en los callejones donde la luz del sol
esconde las caras de ambas partes del trato.
Deslizándose
entre la marea de personas, Atha camina como una más, aparentando estar
interesada en los productos, acercándose a los ruidosos compradores,
extendiendo sus delgados dedos en sus bolsas y arrebatándoles suficientes
monedas para hacer una pequeña riqueza sin que noten la falta de las monedas.
El sol aún no se había puesto sobre la
Torre del Guardia, donde se encontraba el dirigente de la ciudad
independiente de Amreil, así que tenía tiempo para comprar un par de cosas
antes de su cita.
Amreil era
conocida por ser una ciudad de vagabundos y gente sin hogar, de Bastardos que
habían conseguido escapar de sus cadenas de servidumbre. Si no fuera por el
gran número de los mismos que se encontraban en el mismo sitio, probablemente
hubieran sido capturados y convertidos en mano de obra de alguna de las razas
Nobles.
Aún con todas
las medidas tomadas hasta el momento, ninguna ciudad por fuerte que fuera podía
defenderse del poder de los seres Nobles, o al menos no de todos ellos.
Amreil estaba
construida lejos de los ríos y las costas, en las llanuras del noroeste, donde
el agua corría subterránea y la humedad y las nubes impedían el paso de la luz
y el calor del sol. Pero incluso eliminando esas tres fuerzas de alrededor era
una ciudad en sombras, en la que caían las noches, por las que corrían las
corrientes de aire, aposentada sobre la tierra. Si ningún poder sagrado
protegía a estas razas bastardas, solo quedaban ellos mismos para hacerlo.
La mayoría de
los habitantes de la ciudad eran humanos, la Raza Estéril , los llamaban los
nobles por su ineptitud para la magia. Su mezcla de sangres de elementos
incompatibles entre sí los había relegado al lugar de la raza más inútil, según
los nobles. Sus cuerpos incapaces de armonizarse con las esencias que componen
el mundo los hacía renunciar a un don al que el resto de razas accedían en
mayor o menor medida.
Pero también en su impermeabilidad a estos
eventos radicaba su fuerza. Mientras que otras razas sufrían diferentes
maldiciones contraídas por la sangre del Padre que corre por sus venas, los
humanos no parecían haber desarrollado tara alguna que les impidiera llevar una
vida normal.
Pasado
mediodía con sus bolsas un poco más vacías
y sus brazos más cargados de sus nuevas propiedades Atha entró en la Torre del Guardián, su
figura revelaba su naturaleza no humana, su altura superior a la de muchos
hombres, sus ojos de color esmeralda, su piel de un ligero tono verdoso,
sus rígidos cabellos castaños, la ligera
curvatura antinatural de sus largas y esbeltas piernas y sus níveos labios la
hacían llamativa como mínimo.
Por suerte el
conocimiento de las particularidades de las razas estaba bastante extendido,
entrar en conflicto con alguien sin saber hasta que punto podía manejar de
manera instintiva los elementos era peligroso.
Ella era una
Silve, ni era de las razas bastardas ni de los nobles, pertenecía a los
elementales, especies cuya mezcla de sangres había dado lugar a nuevas facetas
de poder, y con suficiente del mismo para que los nobles los consideraran casi
iguales.
Sabía a donde
tenia que ir, solo tenía que seguir su olfato, subió por la amplias escaleras
de piedra, cruzo un par de pasillos, hasta llegar al anexo en el que se
encontraba Yumen, y por el olor, estaba claro que estaba cumpliendo sus
“obligaciones” como diplomático con una elfa. Le dejaría terminar, por esta
vez.
-Me has hecho
esperar, Yumen- Comenzó airada Atha una hora más tarde de lo previsto
-Disculpe, mi
señora, pero ante su tardanza supuse que habría decidido postergar esta visita
así que retome las últimas ordenes que se me comunicaron.
-Esta bien,
esta bien ¿Qué tal van entonces las negociaciones con los elfos?
-No creo que
opongan algún tipo de oposición a la apertura de las rutas comerciales que
cruzan sus bosques, ni a la construcción de la capilla en su ciudad, de hecho
Nilia hará su mejor esfuerzo para encontrar familias apropiadas para nuestras
novicias
-¿A cambio de
qué?
-Lo que era de
esperar: protección contra los nobles por nuestra mera presencia y
adiestramiento en nuestras artes.
-No me gusta
que sean tan estudiosos, si estuvieran en equilibrio…
-Como
nosotros, bueno, ellos son una rama de nuestra familia.
-¡Una raza bastarda!-Exclamó
Atha que con un violento ademán abofeteo a Yumen- No te atrevas a interrumpirme
jamás. ¿Por donde iba?... sí, ya me acuerdo, las ratas de biblioteca, supongo
que ya saben que no les vamos a enseñar todo, así que es un buen trato.
-Si señora-Respondió
Yumen manteniendo la cabeza alta y la mirada al frente, sin gesto de dolor alguno.
-¿Has seducido
ya al humano?
-No señora, al
parecer esta bastante convencido de sus ideales, pero poco a poco parece que
sus capacidades de autocontrol disminuyen
-Era de
esperar, no se como no se dan cuenta del aroma que desprendéis, pero la elfa
era la prioridad ¿Por qué los machos sois tan poco útiles?
-Haré mayores
esfuerzos de ahora en adelante, aunque lo cierto es que si el humano no hubiera
olido el perfume para la elfa ahora él sería una presa más fácil de capturar.
-Estoy segura
de que sí. Ahora compláceme para que no prescinda de ti, me hastía hablar
contigo
-Si señora-
Respondió Yumen mientras se acercaba a su ama y se volvía a desvestir.
Tumbada sobre él no acababa de entender porque
lo había hecho, ahora que estaba dormido se daba cuenta de que había utilizado
sus dones sobre ella, pensó con una sonrisa que tal vez no fueran tan inútiles,
después de todo.
Unas horas más
tarde despertó y se encontró sola en la cama, una ligera cena la esperaba en
una bandeja de plata en la mesilla de noche, y alguien se había molestado en
arroparla. Cenó sumida en sus pensamientos, sobre su sociedad, sobre su
posición, sobre la de los hombres de su raza, sobre Yumen…
Al terminar
decidió que lo que la convenía era un baño para relajarse. Por un momento pensó
en convocarlo, pero debía reservar su energía, hasta el siguiente Sacrificio de
Primavera no podría recuperar su maná, y aún quedaban nueve largos meses para
ello.
Aun tumbada en
la bañera podía percibir el aroma de Yumen, aquellos que no pertenecían a su
especie no podían percibirlo, pero sus efectos eran más que patentes, por ello
eran excelentes embajadores.
Yumen vestido
apropiadamente para la cena terminó de subir la escalinata hasta los aposentos de
Geró, el dirigente de Amreil. Vestía un chaleco blanco con bordados de pan de
oro sobre una camisa celeste que contrastaba con el tono verdoso de su especie,
el castaño oscuro de su pelo corto solo hacia destacan aún más la alegría de
los colores que lucía. Su complexión delgada y fibrosa, hacia que sus prendas,
todas ellas ajustadas, permitiesen percibir la tensión de todos sus músculos en
cada uno de sus movimientos, y por el brillo de sus ojos verdes, le gustaba ser
admirado.
El salón era una habitación con inmensos
ventanales desde los que se podía ver toda la ciudad. Al tratarse de un varón
Silve era incapaz de usar la magia, pero podía notar cómo se encontraba latente
en el ambiente la energía. Hacia este pináculo se dirigían todas las esperanzas
de los habitantes del bastión, todas las miradas cuando alguna sombra de duda
se extendía entre la población. Geró era el humano que encarnaba toda esa
voluntad de vivir de forma independiente. Lo que Yumen no entendía era el
interés del Consejo en esta ciudad, no había nada que anhelaran en ella.
Excepto vigilar a Geró y sus tropas.
El líder de
los humanos se encontraba reunido con los otros dos embajadores que tenían
residencia permanente en la ciudadela, Nilia, una elfa sensata que era poco más
que una niña en los juegos de la seducción pero le resultaba atractiva al
humano, y Rhemus, el embajador enano, herederos de la sangre de fuego, era
inmune a la influencia del Silve. Yumen se consideraba a sí mismo una herramienta,
sin emociones más allá de las que le tocaba aparentar, pero estaba realmente
aliviado de que, ni siquiera por accidente, ese rechoncho y barbudo ser fuera a
sentirse atraído por él.
Geró era un
joven humano, bastante apuesto para su raza y las marcas que una fusta le había
dejado a ambos lados de la cara en sus edades más tempranas. Por lo que el
Silve sabía, el líder de Amreil, había sido esclavo de una Noble aerana. Los
hijos del viento tenían un temperamento paralelo al de las corrientes de aire, y
muchos se volvían locos por las emociones tan intensas que sentían. En este
caso ella se debió sentir tan disgustada que la tomo con el bebé de sus
siervos. Geró nunca conoció a sus padres, y siendo los aeranos como son, puede
que estén vivos, o no. Creció y se convirtió en un líder marcado, musculoso
pero ágil, que viajaba como parte de un circo ambulante. A los nobles, les
encantaba ver como esos seres sin magia hacían acrobacias creyendo que era algo
increíble, humillarlos sin matarlos tras la actuación era todo un arte valorado
en casi todas las cortes.
Geró junto una
marea de esclavos a medida que iba de una ciudad a otra, y en poco tiempo su
fanatismo en busca de la libertad les permitió huir de sus amos, aun cuando
amigos y familiares morían a causa de la magia y otros poderes que manejaban
los nobles. De eso hacía seis años, y nadie que tuviera constancia del hecho
dudaba que alguna facción hubiera jugado cartas a favor de los humanos, la
desconfianza entre los nobles era lo que les impedía atacar a esta colmena de Estériles,
que no se habían organizado mal en ese tiempo.
-¡Yumen!
Bienvenido.- Su voz era alegre y profunda. Lo primero sorprendió al recién
llegado, acostumbrado al talante taciturno del humano.- Estábamos haciendo
tiempo para que llegases. Ahora mismo nos servirán la cena. Algo exigua, puesto
que las cosechas no están yendo muy bien, pero espero que sea de vuestro
agrado.
-No se
preocupe Mayor, he cenado antes con una visita.- Nilia se sonrojo ligeramente
pero recuperó la compostura.- ¿Puedo preguntar para que nos ha convocado?
-Por supuesto,
mi muy querido Yumen. Verás, gracias a todos los pactos que hemos hecho a lo
largo de estos seis años, hemos recibido mucho apoyo en ciertos proyectos que
siempre tuvimos en mente. Nuestro amigo Rhemus nos ha proporcionado materiales
y técnicas con las que nunca habríamos ni soñado, y Nilia accedió a
proporcionarnos tutelaje.
-¿Tutelaje?-inquirió
el recién llegado enarcando una ceja.
-En la magia,
por supuesto.
La
sorpresa del Silve fue tal que le resultó imposible que su cara no lo reflejara
-No
pretendo ofenderle, Mayor, pero, no es… ¿inútil? Que los humanos aprendan
términos sobre la magia, me refiero.
Por
la cara del resto de invitados, quedaba patente que opinaban lo mismo, aunque
con matices diferentes, los enanos no confiaban en la magia y la elfa reflejaba
en su rostro que lo consideraba un esfuerzo inútil.
Antes
de que Garó respondiera, Nilia se adelantó.
-Además
existen problemas más urgentes. Según mis cálculos se abrirá una Fisura ésta
misma noche, a menos de dos kilómetros de aquí. Y aunque no falta mucho, el
Mayor ha decidido omitir mi consejo respecto a desplegar las tropas y alarmar a
la población
-Precisamente
por eso les he hecho llamar-respondió el humano pausadamente.- Tráiganme el
artefacto.-Solicitó a uno de los sirvientes.
En una bandeja
de plata, descubierta, acercaron al Mayor un guantelete. Las bandas metálicas
entretejidas tenían grabados complejos símbolos en toda su superficie. El metal
brillaba recién pulido, mientras que las figuras eran de un insondable negro.
El humano, se acerco a la pieza de armadura, introdujo el brazo y se lo ajusto,
ante la atónita mirada del resto de los invitados. Con un gesto ordeno a los
siervos abrir los ventanales. Se acercó a la balconada, contempló la ciudad, su
ciudad. Fuera de la ciudad se origino la
Fisura, una grieta en medio de la nada, una boca de negrura por la que
engendros portadores de la destrucción eran regurgitados al mundo del orden.
Los gritos se extendieron por Amreil, así como el pánico. Garó extendió su mano
al frente, y las bandas del artefacto comenzaron a deslizarse sobre su piel, la
energía presente en el ambiente crepitó y se concentró en torno a él.
-No es
posible.-musitó Nilia en tono bajo
Garó cerró la
mano, y de ella, un haz de luz, tan intenso como los del sol del mediodía
surgió en dirección a los engendros. Como unas tijeras cortan la tela, así fue
el rayo para la oscuridad de la noche. Como un papel en la lumbre, se
deshicieron en volutas los engendros que habían sido alumbrados al mundo. Como
un ojo deslumbrado, se cerró la Fisura.
El Mayor se
giró hacia sus invitados. El movimiento del metal sobre su piel le había
desgarrado y la sangre de sus heridas fluía lentamente entre las fisuras del
guantelete. El olor de la carne quemada, inundaba el ambiente.
-Señores,
señorita, tengo el placer de anunciarles que al fin, los humanos hemos accedido
a la magia.
Con estas
palabras y el artefacto aún ajustado a su brazo subió a sus dependencias
dejando a los tres embajadores con sus pensamientos. Yumen percibió como la
atmosfera del lugar era ahora seca y áspera, lo que contrastaba con los vítores
que se sucedían en el exterior. En su fuero interno dudaba, con el artefacto de
Garó muchas cosas podrían cambiar, tal vez demasiadas.
Atha se
encontraba en la cama, con el ajuar que había comprado esa misma tarde
desplegado por la habitación. Delante del espejo se probaba los diferentes
conjuntos en busca de aquél que le resultase más favorecedor. Cuando llevaba
puesto un vestido tinto noto el cambio en el aire. La magia fluía y el aire se
estremecía, hasta el más torpe de los iniciados sabría que eso indicaba la
presencia de una Fisura, se asomó por la ventana, y vio el haz que desgarró la
oscuridad de la noche. Contemplo los efectos devastadores del conjuro. La elfa
no podía tener poder suficiente para realizar esa proeza, entonces, ¿Quién? La
respuesta llegó con el retorno de Yumen. Los humanos se alzarían contra los
Nobles ahora que podían igualar su capacidad.
-Partiré
mañana para informar al Consejo-Comentó Atha.- Tus nuevas órdenes son, vigila
al humano, gánate su confianza, no lo seduzcas. Tu mayor prioridad es liderar
los apoyos con los que cuente Garó.
-No comprendo,
ama.
-Si los elfos
y los enanos, y otros aliados que surjan de aquí en adelante, no apoyan
directamente al Mayor, si no que buscan tu guía para escoger sus apoyos, en
cualquier momento podremos cambiar el bando al que apoyar.
-Eso no es,
¿poco honorable?
-Nuestra
especie y nuestra supervivencia es la prioridad.- respondió implícitamente la
Silve
-Sí, ama.
Atha pensaba
que Yumen jamás comprendería todas las implicaciones del progreso de los
humanos, pero conllevaban una guerra tarde o temprano. Por otro lado Yumen
sonreía para sí. Por supuesto que los Silves debían sobrevivir, pero no
significaba que las cosas debieran mantenerse como hasta ahora.